martes, 22 de julio de 2014

La otra cara de Tiéntame. Capítulo 2.


Aquí os dejo otro capítulo de La otra cara de Tiéntame. Que os recuerdo que es:  algunos de los momentos más relevantes de La chica de servicio, I. La primera entrega de la trilogía, pero ahora narrado desde Matt Campbell, el protagonista masculino. 
He creado un espacio en la parte superior del blog donde encontréis todos los relatos. 
Recordar a los nuevos lectores, que estos relatos cortos lo pueden tener de manera completa y ampliada con todo un libro cargado de escenas intensas, sentimientos e intrigas en La chica de servicio, I. Tiéntame. Y en el relato digital Provócame. Esto que iré subiendo es un aperitivo de lo que encontraréis en dichas entregas. ;) 
Ahora, ¡vamos con el segundo relato! 

2. 

Más tarde, tras un fortuito encuentro con Alicia, no sé qué hacer. Me siento asqueado y no confío en nadie. El nombre de Gisele Stone me persigue desde que la he visto y, aunque me niego, acabo yendo a su habitación. 
Abro la puerta y veo cómo se agita un poco la cama, sé que está despierta. El cuarto huele a ella. No puedo ni quiero marcharme y pierdo la batalla conmigo mismo por segunda vez. 
—Gisele —la llamo fríamente, pero ella calla—. Gisele, sé que está despierta. Hábleme o no me controlaré.
Se incorpora y enciende la luz y luego me mira con la intención de encararse conmigo. La veo cansada y también asustada cuando ve en qué estado me encuentro. He bebido, no mucho, pero tengo un aspecto desaliñado. 
¿No me desea? Hoy he podido sentir su atracción por mí.
—¿Qué quiere? —susurra.
—¿Todas las mujeres sois tan perras? —Se sobresalta—. Contésteme. Esta noche no soy capaz de pensar en otra cosa.
—Eres un imbécil. ¿Qué mierda quieres? ¿A qué viene esto?
No sé por qué, mi lengua se suelta como pocas veces lo hace. Quizá por la necesidad de desahogarme o porque ella se ha permitido el lujo de aparecer en mi vida justamente hoy, cuando menos lo esperaba. 
—La pérfida de mi novia me ha engañado con mi mejor amigo y no es la primera mujer que me decepciona de una forma tan cruel.
Me estudia con detenimiento. ¿Qué estará pensando?
—Gisele —continúo—, me lo voy a cobrar. Estoy frustrado, lleno de rabia. Necesito desahogarme y quiero que sea con usted.
—¿Por qué lo paga conmigo?¿Qué le he hecho yo? No me conoce de nada, no tiene ningún derecho a irrumpir así en mi habitación.
—Supongo que el azar la ha puesto en mi camino para burlarse de mí —respondo con dureza. Mis ojos no se apartan de ella, recién duchada y con el cabello alborotado—. Ha aparecido en un momento muy inoportuno. Sobre todo al desafiarme de la manera en que lo ha hecho y provocarme hasta hacerme sentir ansioso de probar su temple en la intimidad.
Se deja caer hacia atrás con gesto cansado y, aprovechando la oportunidad, cubro su cuerpo con el mío. Cuando se dispone a gritar, le tapo la boca con la mano. Quiero zarandearla. Lo que me hace sentir no es bueno. Su piel arde y mi hombría pide a gritos enterrarse en su sexo, ¿húmedo? 
—Chis, no grite —ordeno, sujetándole las manos contra el vientre. Joder…, joder.
Necesito pensar que quiere más, eso me hace sentir poderoso—. Puede decir lo que quiera, pero no se me va a escapar. Mucho menos después del genio que ha demostrado tener hoy.
Lo siento, señorita Stone, me he quedado con ganas de complacerla.
—¿Con qué derecho me hablas así? Vete —susurra sin disimular su enfado, forcejeando—. Quiero que te vayas ahora mismo. No voy a dejar que hagas conmigo lo que te venga en gana por ser un niño rico acostumbrado a tenerlo todo. Yo no soy una fulana y aún menos la tuya.
Me acaba de dar una idea loca y no retrocedo. ¡Claro que sí! ¿Por qué no? Quiero que sea mía a cualquier precio. 
—Puede serlo —afirmo—. Y no me tutee.
—Pero ¿qué se ha creído? Su dinero no puede comprarme, porque yo no me vendo.
Aprieto la mandíbula al ver en sus ojos la negativa. ¿Será otra perra como Alicia? Una parte de mí lo duda… y la otra se ha vuelto irracional con esta mujer.
—¿A usted también le gusta divertirse con los hombres? ¡Dígamelo!
Me pone enfermo pensar que la hayan manoseado demasiado. No sé qué me está sucediendo, quiero parar todo esto, pero no soy capaz. Aunque, ¿de verdad quiero?
Se queda pensativa y luego casi sonríe.
—¿Sabe qué? Sí, me encanta retozar con los hombres en la cama, disfruto mucho al gozar con ellos. —Mi miembro salta, aplastándose contra ella con potencia. ¿Reprime un jadeo? Se recompone—. Pero no lo haré con usted. Vaya a buscar a su novia y desahogue su frustración con ella.
—Gisele, sabe provocarme muy bien —me burlo hipócrita, propiciando otro contacto más íntimo—. No tiene ni puta idea de lo peligroso que es desafiarme así, aún me incita más a desearla. Desnúdese, me muero por verla desnuda.
Gime.
—No, maldita sea, no —protesta, forcejeando. Me va a matar. Cuanto más se mueve más me gusta. No soy yo, es el salvaje que ruge dentro de mí el que habla y lleva el control—. No con usted. Déjeme en paz.
—Bien. Entonces déjeme hacerlo a mí. No me rechace, no si se lo permite a otros.
Esta mujer me produce sensaciones encontradas y, sin querer, haciéndome el duro, suelto…
Palabras…
—Me voy a retirar para permitir que se desnude. Sea buena, señorita Stone. No me iré de aquí sin obtener una satisfacción, y espero tenerla en todos los sentidos. Quiero ver su fogosidad en la cama, esa misma que demuestra al discutir.
Confesiones…
—Ella es una perra. Creía que lo tenía todo conmigo, pero ha buscado refugio en otros brazos. Lo he descubierto esta tarde, justo antes de llegar a casa.
Reproches…
—Esta noche, la muy cínica me ha pedido que la perdone. ¿Debo hacerlo? Siento que jamás podré confiar de nuevo en una mujer. Necesito desahogarme y olvidar.
Proposiciones nada decentes…
—¿Cuánto pide por complacerme? Gisele, sabe que sea como sea la voy hacer mía.
Aproveche la ocasión.
Todo por tenerla y, como todas, me defrauda al aceptar ser… ¿mi chica de compañía?
Aborrezco la denominación, y casi a ella, por no tener sexo conmigo sin dinero de por medio. Pero se empieza a desnudar y pierdo la maldita cabeza. 
La camiseta no es nada sensual, vieja y fea, pero en ella se ve diferente. Se aparta de mí con un leve contoneo y, poco a poco, va quitándose la prenda. Cierra los ojos y yo me deleito con las suaves curvas de Gisele Stone. Es un maldito pecado la forma en que me ha hechizado, es un diablo. Sus pechos redondos y perfectos para mis manos. Su vientre plano.
¿Quién demonios la ha traído? 
—¿De dónde ha salido? —pregunto extasiado.
—De mi casa, vaya pregunta. ¿Le gusta lo que ve, señor Campbell?
No tiene vergüenza, aunque me parece que tiembla de pies a cabeza. Al verla expuesta ante mí de una forma tan íntima y sin pudor, una cuestión me amarga. Han tenido que tocarla muchos para que se haya desnudado con tal frescura, aceptando mi proposición… O puede que realmente la atraiga. En todo caso es una descarada. 
—¿Cuántos hombres la han tocado?
Gatea hacia mí, arrastrándose por la cama. Su trasero hacia arriba y sus pechos con un movimiento nada propio de una chica sumisa… Mierda y mierda.
—No le importa. —Sonríe—. ¿O sí?
¡Me importa! ¡Maldita sea!
—Es como todas. No valen nada. Sólo quieren dinero y aprovecharse de hombres como yo. Desde ahora, yo también haré lo mismo. Las mujeres no merecen la pena. Más de una me lo ha demostrado... Y usted se ha sumado hoy a la lista.
Y, sin previo aviso, la tumbo de espaldas en la cama, frotándome contra su cuerpo con rudeza, confundido por una mezcla de excitación y negación al ver cómo se comporta. Tomo sus labios con ferocidad, pidiéndole más, y ella me lo da. 
Se muestra impaciente, deseosa. Nuestras bocas húmedas se buscan y se encuentran. Mientras me desabrocho el pantalón, me voy perdiendo, y al rozar su sexo con mi miembro, me altero. 
—Estás mojada, pequeña golfa.
Un débil gemido escapa de sus labios. Acerco la mano a su intimidad sin tocarla, poniéndola a prueba, hasta que levanta las caderas… y la acaricio. Está tan receptiva.
El erotismo que desprende me absorbe. No me gusta lo que causa en mí.
—Por favor… —jadea y busca mi boca.
Es una locura, pero me creo con el derecho de pedirle lo que quiera. Es mía… Desesperado al ver su entrega, me abandono a sus labios, sin dejar de acariciar la humedad que aumenta en su sexo caliente. 
Me mata.
—Relájese, la siento tensa —ordeno, extrañado por cómo la percibo de apretada en cada caricia, mientras la excito—. No grite.
No sé cómo, pierdo el control. No sé moderar mis ganas de penetrarla y, en cuestión de segundos, la atravieso sin ningún miramiento. Sin medida.
—¡Ay! —se queja—. Yo… yo…
—¡Mierda!
Me ha mentido. Está tan cerrada que es evidente que no la han tocado muchos hombres.
Ella abre los ojos, aunque no sé en qué momento los ha cerrado, y advierto su vergüenza. No hay dudas y casi quiero reírme a carcajadas. Me encanta que no tenga la experiencia que ha fingido tener. «Yo la enseñaré.» Pero entonces recuerdo que ha aceptado mi dinero, no es inocente. Decepción de nuevo.
—¿Qué ha hecho?
Ni siquiera me mira. ¿Por qué ha jugado conmigo de semejante forma?
—Maldita sea, ¿con cuántos hombres ha estado? —pregunto bruscamente.
Ella permanece quieta y muda, con los ojos cerrados.
—Míreme. Ahora.
Niega con la cabeza. Mi miembro palpita dentro de ella y quiero más.
—Que me mire le digo.
—Maldito bastardo… ¡Bruto!
«Bastardo…»
—No tenía ni puta idea de esto —le aseguro.
Otra vez cierra y abre los párpados y dos lágrimas se derraman de los ojos grises más transparentes que he visto nunca. Me he equivocado con ella, aunque no del todo: ha aceptado el dinero, pero no es la descarada que yo creía con los hombres. Y lo peor es que, al descubrirme esa parte de Gisele Stone, ha ganado la batalla. 

La chica de servicio ha llegado para dinamitar mis barreras. Sin embargo, no lo sabrá, pero yo deseo más de esta intimidad, y no cejaré hasta que consiga saciarme de ella. ¿Será suficiente?  

5 comentarios:

  1. Ainsssssss este Matt... Tan duro y desconfiado...

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  2. Hola por aqui:

    Después de todo lo que ha tenido que pasar en esta vida es normal que desconfíe de Gisele sobre todo porque en apariencia esta ha aceptado el dinero que le ha dado y eso ante los ojos de Matt, habla muy pobremnente de ella. Pero esta claro que algo lo llama hacía ella, algo que lo confunde y a lo que teme porque esta convencido de que dejar salir esos sentimientos que tiene puede ser peligroso para él pues se expone al dolor de un nuevo rechazo.
    Esta claro sin embargo que no la va a dejar, ella lo ha confundido mas aún al demostrarle la poca experencia sexual que tiene y con eso, tal y como él dice, ha ganado una pequeña gran batalla.
    Me encanta saber cosas y detalles desde el punto de vista de él.
    Besos

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  3. Dios! este capítulo ha estado buenísimo,estaba pretando las uñas en mis palmas de la emoción de leer lo que pensaba Campbell en este capítulo,estuvo buenísimo no puedo esperar por el siguiente,Saludos!

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  4. Me gusta que narre Matt, pero se salta algunas partes y así no es chevere, por ejemplo, cuando Gissell acepta el dinero no la cuenta, mas sin embargo, al final Matt dice que ella ha aceptado el dinero. ¡¡Uno queda ne ascuas porque no habló sobre esa parte!!

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  5. JODER... no sabia que eran estos relatos... y mira con lo que me encuentro!!!

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