miércoles, 1 de octubre de 2014

Cuenta atrás... Un día... Avance...

En horas estará a la venta Poséeme, parece mentira, ¿verdad? Pues sí, por fin llegó el mes de octubre y la continuación de Tiéntame en La chica de servicio. Os dejo una preciosa imagen, donde ya sólo hay un número, corto y un avance de lo que encontraremos en algunas páginas de esta esperada segunda parte.

Os recuerdo, que la versión digital estará a la venta a partir de las 00:00 H española de esta misma noche. ¡Ya no queda nada!





Respiro hondo antes de entrar en la casa... ¿Preparada? Posible­mente no, después de confirmar que a Matt le sucede algo. No sé qué es y me da tanto miedo preguntarle, decirle que oí su conver­sación con Scott...

Necesito que confíe en mí y poder consolarlo, apoyarlo. ¿Tan malo es lo que me tiene que decir como para temer que me haga abandonarlo?
Al abrir, espero ver asomar a Matt en cual­quier momento, pero no está. Son las diez de la noche y supongo que sigue trabajando. Nerviosa, me encamino a la cocina, donde todo está pulcro y recogido.

Cuando vuelvo a la sala, veo entrar en ella a Matt cabizbajo, al reparar en mí, palidece. Nos miramos con ganas de correr el uno a los brazos del otro, pero no tenemos valor de hacerlo... Final­mente, emocionado, se acerca a mí con paso acelerado y nos fun­dimos en un abrazo. Me besa cada centímetro de la cara, del pelo, de las manos.

Está roto.

—Gisele... estás aquí, no lo puedo creer. Te amo tanto...

Miro sus ojos, hoy transparentes. Aquí está el Matt del que yo me enamoré, el que me cautiva y me hace feliz.

—Hazme el amor —lloriqueo. Sus manos enmarcan mi cara y me mira a los ojos—. Matt, necesito borrar las imágenes de nues­tro último encuentro, la decepción... Tenemos mucho de que ha­blar, lo sé, pero necesito sentirte. Me duele esta lejanía... me par­te... Estoy aquí...

Asiente y, casi sin voz, con mirada apagada, me dice:

—Lo siento mucho, Gisele, siento todo lo que ha pasado. ¿Qué te estoy haciendo, mi vida?

—Por favor... Quiero olvidar y enterrar todo lo malo que ha sucedido.

Percibo su tormento, su dilema, pero sin decir nada, me coge en brazos y me sube a la habitación. Con delicadeza, me deposita en el centro de nuestra cama y me contempla como si aún no cre­yera que estoy aquí.


Luego… llega la confesión. 

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